Bien porque ya lo has visto, bien porque no quieres pasarte un día entero en el museo o bien porque el Museo del Prado es gratis todos los días de 18h a 20h. Te propongo una visita sobre los cuadros que tienes que ver y que puedes hacer en esas consabidas 2 horas.
Cuando vayas al museo es importante detenerte y mirar las obras, pero mirarlas de verdad, porque la gente pasa, hace “check” en su mente y luego no ha visto nada. Así que por favor, detente y míralos y observa el museo, sus esculturas, sus techos y su arquitectura.
Here we go!
Vamos a empezar con el clásico porque no falla y porque hay que verlo lo primero porque es impresionante. Si, Las Meninas de Velázquez, este imponente cuadro marca el límite al que la pintura llegó en el Barroco y rompió con la perspectiva que se había usado al retratarse desde este novedoso punto de vista.

Busca información sobre el cuadro y todos sus misterios para aprender mas. Merecería un montón de artículos más.
Si te das la vuelta, verás la maravillosa escultura del Hermafrodito durmiente. Sí, lo que has oído, ya eran mas modernos que tú en el siglo XVII. La que hay en El Prado es una copia que mandó realizar Velázquez para el rey de la original de Bernini. Una preciosidad.

Como estás en la sala de Velázquez pues yo recomendaría que de todos los que ves, te acercaras al cuadro de las Hilanderas. Fíjate bien en sus expresiones pero sobre todo, fíjate en esa maravilla de recreación de tapiz al fondo. ¿A qué parece que está cosido de verdad?.

Venga corre, porque el tiempo vuela. Llega hasta la parte de los pintores flamencos y alemanes. Hay que agradecer algunas cosas a los reyes de la época, pero que tuvieran contacto con los artistas de aquellas tierras por demás.
Y todavía no hemos hablado nada sobre pintura religiosa, así que es el momento de ver el Descendimiento de Van Der Wayden. Este cuadro enmarcado en una forma tan concreta muestra una fuerza sin precedentes. Lo más apabullante, la cara de la Virgen desmayada y con lágrimas en el rostro.

Por supuesto acerquémonos a ver Las tres Gracias de Rubens. Sí o sí estás sonriendo, porque no se si es la maravillosa pincelada suelta, la cara graciosa o qué, pero estas tres musas arrancan del pensamiento ideas felices y danzarinas.

A ver, ahora muy atentos a lo que viene, porque es muy gordo. El señor Bosco. Se me plantea la duda sobre qué ver aquí, porque su obra es una maravilla de principio a fin, pero venga: El Jardín de las Delicias. Aquí te vas a quedar un rato (es una orden) y te vas a fijar en cada detalle, en las perrerías del Infierno, en el verde del Paraíso. Ese imaginario de monstruos y animales reales. No hay nada mejor.

Pues ya nos queda menos tiempo, así que vamos a ver a los italianos que bien lo merecen. Un cuadro que me parece una maravilla es La Anunciación de Fra Angelico. En principio, parece un tema simple y realizado de manera tradicional. Pero mira esa perspectiva y esas caras. Por ahí por ahí asoma el Renacimiento.

Para mí, el cuadro más imponente sería David, vencedor de Goliat. El más grande de los pintores de claroscuros, Caravaggio, “inventó” este momento en el que David, corta la cabeza a Goliat. Y lo hace con una magistralidad en los cuerpos y expresiones que te quedas loco.

Por supuesto el retrato del Cardenal de Rafael tienes que pararte a verlo. Es que es un espejo, está realizado de tal manera, que alucinas cuando lo ves. Una pena que este joven pintor muriera tan joven.

Vamos, y con veneración párate ante el pintor en mayúsculas que fue Tiziano. Su obra sobre Carlos V en la Batalla Mülhber es un homenaje al gran gusto. Un rey que es hombre y que es emperador y que se siente cansado después de la batalla. No se, me deja sin aliento.

Bueno, pues no te queda tiempo, pero sube corriendo corriendo a ver a nuestras Majas, a las dos por favor. Dile adiós a la vestida, y guiña un ojo a la desnuda. Liga con ellas como se supone que hizo Goya o Godoy, o todos los visitantes del museo.
Y sal con esa sonrisa de bobos que salimos todos por haber visto, pocos cuadros de una ínfima parte del arte de El Prado. Pero con el sabor de boca que dejan las cosas más bonitas y que no se pueden tocar.