La Última Cena puede que sea una de las representaciones más famosas para el público pero hemos encontrado una muy especial y diferente. La que se encuentra en la Catedral de Cuzco.
Lo más característico del arte hispanoamericano es que supieron cómo mezclar lo cristiano con lo indígena y que la mezcla resultante fuera bastante especial. La escuela cusqueña es buena mezcla de ello. Con una colonización ya muy avanzada (porque Colón había aterrizado allí hacía más de 200 años) la mezcla era total y completa. Durante la construcción de la Catedral ya se vieron pequeños detalles pero es en esta obra la que mas marca cómo lo inca sigue presente.

Zapata es el autor de este gran cuadro que muestra muchos aspectos nuevos, tanto culturales como de composición y pictóricos. Lo primero que observamos es que no sólo tiene una escena de Ultima Cena sino que también aparece otra escena al fondo, la de la crucifixión, cómo adivinando cual es la siguiente gran hazaña cristiana.

De lo que más me gusta del cuadro personalmente es el menú. Frente al cordero (símbolo también cristiano) que siempre se pone en estos cuadros, Zapata ha pintado un Cuy, un pequeño animal típico de los reyes indígenas. A parte, se ve maíz o verduras típicas de la zona.
Pero lo más curioso de todo es la composición de la obra. Todos los apóstoles se sientan alrededor de la mesa, algunos incluso se muestran casi de espaldas, y miran a Jesús. Todos menos uno que mira directamente al espectador. Es Judas, que muestra su bolsa de dinero por la que traicionó a Jesús y que descaradamente se muestra al público como el malo final.

Pero es que la historia no acaba ahí; se cree que Zapata pintó a Judas basándose en la imagen de Pizarro; como el más malo de la historia del Cristianismo. Pero ya sabemos que el conquistador tampoco fue gran amigo de los incas.